Nos hemos enseñando y, con eso, a los demás… a gritar, a insultar, a resolver los asuntos con arrebatos, a perder la paciencia, a vivir estresados, a ser un manojo de angustias… nos y los hemos acostumbrado a decir groserías con azotones de puertas y… hasta con golpes.
Obviamente los estamos encaminando por donde nosotros ya llevamos un buen trayecto andado, los educamos a ser víctimas en potencia de agresiones. Les introducimos inconscientemente la idea de que son seres merecedores de la infelicidad, de insultos y provocaciones de cualquier tipo. Seres a los que se puede ofender fácilmente, porque eso es lo que les hemos enseñado, a ponerse el "saco" y, aunque no les quede… lo van a usar.
Para que surta efecto una ofensa, debe haber un insensato y otro igual, que se sienta digno de tal insensatez. Si alguien viene y me dice que tengo los ojos azules y yo se que no es cierto… ¡pues lo trato de loco! Si alguien más me dice que no sirvo para nada y, yo se quien soy… no pierdo el tiempo con ese necio… ¡también lo trato de loco!
Si no estoy segura de mi… segura que caigo en la trampa, lo ideal sería que mientras estemos seguros, nos diéramos el beneficio de la risa, porque hay algo muy cierto… TODOS estamos expuestos sin excepción a las agresiones…sin importar edad, sexo, ni condición.
Lo que si varía es la situación individual con la que cada uno se enfrenta a ellas… la risa es una gran herramienta.
La risa es un medicamento… valga la paradoja… la risa es cosa seria… la risa relaja; se ha demostrado que el buen humor disminuye la presión arterial, la tensión muscular y minimiza los dolores.
Si fácilmente te das por ofendido, agredido, afectado… es porque ya estas profundamente identificado con ese rol y… ahora hay que desaprender tal tontería...
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