martes, 8 de mayo de 2012

La búsqueda de la felicidad...

La búsqueda de la felicidad, a la que todos tenemos derecho, es algo inherente a la esencia misma del ser humano. Este ideal se sitúa por encima del tiempo, la distancia, la historia de las civilizaciones y las diferencias culturales. Como los antiguos alquimistas, todas las personas debiéramos estar en permanente búsqueda de aquella esencia última que nos permita llegar al utópico y casi siempre inalcanzable estado de felicidad, intentando deshacernos, poco a poco y a medida que pasan los años de nuestra vida, de aquellas cargas que nos lastran inútilmente.


Shitao (1642-1707) Dinastía Qing.


La poesía china nos muestra unas enseñanzas 
cargadas de sabiduría y que sirven de brújula en esta permanente búsqueda de felicidad 
del ser humano. Los grandes poetas chinos han sido verdaderos maestros a la hora de 
recoger en verso la esencia de los temas de la existencia humana: el amor, la amistad, la 
lealtad, la búsqueda de ideales, el disfrute de la libertad, la unión del ser humano con la 
naturaleza o el continuo peregrinar de la existencia en la búsqueda de la necesaria paz 
interior.


Poeta en lo alto de la montaña. Shen-Zhou (1427-1509) Dinastía Ming.


La poesía china es una auténtica “poesía del alma”. En el instante mismo de sumergirnos en un texto de poesía clásica china nos sentimos atrapados por una red etérea, volátil y delicada que nos envuelve y que eleva nuestro espíritu y a través de la que recibimos, con generosidad, una auténtica satisfacción íntima, sosiego espiritual, reposo, concordia y reconciliación entre nuestra mente y el mundo que nos rodea y que sólo puede describirse cuando uno se siente verdaderamente identificado y en primera persona con los sentimientos y la sensibilidad del autor.


Ma Yuan (1172-1225) Dinastía Song.





Es primavera en las montañas.
Vine solo en tu busca.
Entre las crestas silenciosas
oigo el eco de las hachas: están talando árboles.
Los arroyos siguen helados todavía.
Hay nieve en el sendero.
Bajo un sol indeciso
llego a tu choza, colgada entre dos rocas.
Nada pides, nada esperas.
No ves siquiera el halo que te envuelve,
vaga luz de oro y plata,
manso como los ciervos que has domado.
¡Quiero olvidar el camino de regreso,
ser como tú, flotar,
como una barca sin remo, a la deriva! 

Escrito en el Muro de la Ermita de Chang. Tu Fu (712-770 D.C.)




De: Los estados del alma y la búsqueda de la felicidad.

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