domingo, 26 de abril de 2015

All of me...



“Es intolerable guardar el tapete de bambú para dormir, cuando la noche que te traje a casa, te vi desenvolverlo.”


Yuan Chen.

miércoles, 25 de marzo de 2015

Los hombres tristes no bailan en pareja...



Los hombres tristes ahuyentan a los pájaros.
Hasta sus frentes pensativas bajan
las nubes
y se rompen en fina lluvia opaca.

Las flores agonizan
en los jardines de los hombres tristes.
Sus precipicios tientan a la muerte.

En cambio,
las mujeres que en una mujer hay
nacen a tiempo todas
ante los ojos tristes de los tristes.

La mujer-cántaro abre otra vez su vientre
y le ofrece su leche redentora.

La mujer-niña besa fervorosa
sus manos paternales de viudo desolado.

La de andar silencioso por la casa
lustra sus horas negras y remienda
los agujeros todos de su pecho.

Otra hay que al triste presta sus dos manos
como si fueran alas.

Pero los hombres tristes son sordos a sus músicas.
No hay pues mujer más sola,
más tristemente sola,
que la que quiere amar a un hombre triste.
Piedad Bonnet.

domingo, 11 de enero de 2015

Con tal de no estar solos...

Con tal de no estar solos andamos con locos, con idiotas y borrachos,
con mujeres vacías o de moral dudosa.
 

Mentimos a los padres, juramos en vano, entregamos la piel y comprometemos nuestros sueños. Cruzamos la calle a ciegas con el primero que nos da la mano. Con tal de no estar solos montamos una gran farsa a la que llamamos AMOR (así, con mayúsculas) Sacando conejos muertos de una chistera, barajando con trampas nuestras cartas y haciendo trucos malos con espejos, para no darnos de bruces con la realidad y alejar de nosotros el miedo a estar solos. Porque, con tal de no estarlo, o de no parecer que lo estamos,
pasamos hambre, despilfarramos dinero, oímos sin escuchar, abrazamos sin abarcar, y nos convertimos en autómatas desesperados, olvidando lo hermoso que es sentarse a esperar a que las cosas, sencillamente, sucedan. El olor a jazmín de las noches de verano y el hallazgo inesperado de lo auténtico, que nos ha de encontrar desprevenidos, despojados de artificios, sin adornos, desarmados y tranquilos.
Liberados de todo lo que pesa y esclavos de lo vaporoso, lo ingrávido…
Dejarse llevar… Pero con tal de no estar solos, ni siquiera un momento, seguimos buscando y seguimos fingiendo. Maquillamos lo que se ve, y lo que no también, por temor a que descubran nuestros defectos y la fragilidad que se esconde tras ellos. Nos apremia el desamparo, la angustia y la prisa… de modo que nos devora la noche y nos sorprende el día casi siempre en el lugar inadecuado, donde un incómodo silencio (y un dolor en el pecho) nos reprochan una y otra vez
todas esas tonterías que hacemos, unos y otros, ahora y siempre, con tal de no estar solos. 


Ana Elena Pena- "Sangre en las rodillas"